Shakespeare no fue siempre el escritor de calidad insoslayable, objeto de la devoción de los aficionados al teatro y fuente de inspiración de artistas. En realidad, las obras del escritor inglés arribaron al continente en el siglo XVIII con dificultad y bajo la lupa de la sospecha sobre su calidad y validez artística. Y lo hicieron de la mano de uno de los intelectuales más reputados de la época: Voltaire, que descubrió las virtudes del autor de "Hamlet", pero que veía también en él no pocos defectos.
Las primeras traducciones y adaptaciones al teatro español fueron objeto de numerosos debates, y de no pocas diatribas por parte de sus muchos detractores. La situación se mantuvo así durante décadas, pero poco a poco, la insoslayable calidad de Shakespeare fue adquiriendo carta de naturaleza en España y el resto de Europa hasta convertirse en la referencia de calidad y de excelencia que es hoy.
Este apasionante proceso de adaptación a los gustos españoles y de triunfo entre los críticos es explicado minuciosamente por el catedrático emérito de la Universidad de Murcia Ángel-Luis Pujante en el libro "Shakespeare llega a España. Ilustración y Romanticismo" (Machado Libros, Madrid, 2019), que profundiza en la relación de su obra con nuestro país y su acogida por parte de la crítica desde las primeras ediciones españolas.
El libro es un estudio de los avatares en los que se vio envuelta su obra desde su llegada "en el siglo XVIII hasta la mitad del siglo XIX, cuando ya se aceptó su obra, tras muchas resistencias, reticencias y dudas", comenta el autor, que refiere en el libro que el descubrimiento de Shakespeare en el Siglo de las Luces entrañaba una paradoja: "El espíritu de curiosidad intelectual, científica y humanística de la época llevaba a interesarse por otros países y culturas, pero la poética clasicista francesa impedía aceptar plenamente lo extranjero si no se ajustaba a sus reglas y convenciones. Así Shakespeare llegó a ser un fenómeno literario que fascinaba y molestaba: seducían el vigor y la fecundidad de su genio; contrariaban su falta de gusto, su mezcla de lo trágico y lo cómico, de lo noble y lo plebeyo".
Las primeras obras que se representan de Shakespeare en España desde el siglo XVIII se traducen del francés, y además se adaptan para la escena, comenta Pujante. En 1838 se representa por primera vez una obra traducida directamente del inglés (Macbeth), que suscita una gran polémica en la prensa. En ella intervenía el murciano Julián Romea, y su estreno se vio rodeado de cierto escándalo, ya que, por lo visto, intervinieron también audiblemente los reventadores de turno, como cuenta el profesor emérito de la UMU. Ante tal cúmulo de intereses creados resulta complicado dilucidar hasta qué punto este Macbeth tuvo o no buena acogida, pero aquella fue la primera piedra para normalizar en el teatro la obra de Shakespeare y empezar a reconocerlo como el mejor dramaturgo del mundo. Así lo aseguraba en los años 30 del siglo XIX Alberto Lista, uno de los grandes críticos del momento, que se había mostrado reservado pocos años antes sobre su obra.
El libro es un ilustrativo recorrido por este camino hacia el éxito de Shakespeare en nuestro país, partiendo desde una posición de sospecha y hasta de enconada oposición: los comentarios en la prensa sobre el dramaturgo y su obra desde finales del siglo XVIII; la postura de intelectuales como Moratín (que tradujo Hamlet); los críticos; la 'otelomanía' que se creó en España en el siglo XIX y a la que contribuyó decisivamente el actor cartagenero Isidoro Máiquez; la llegada de los 'Romeos' o la importancia de exiliados como Alcalá Galiano o Blanco White en la recepción española de la obra de Shakespeare.
Ángel-Luis Pujante trabaja desde el año 2000 en el proyecto I+D+I "La presencia de Shakespeare en España en el marco de su recepción europea" (www.um.es/shakespeare), del que ha sido su investigador principal, es presidente honorario de ESRA (European Shakesperare Research Association), y ha sido traductor de la mayor parte de la obra drámatica del autor inglés.