Murcia tiene un paso señorial digno de recordar, aunque con el paso del tiempo y la urbanización desmedida del pasado siglo se conserven pocos ejemplos. Desenterrar esa historia que parecía olvidada para siempre no es tarea fácil, pero nos permite descubrir que la ciudad que hoy conocemos poco tiene que ver con aquella otra de hace tes o cuatro siglos.
A esa ardua labor se entregó el historiador Álvaro Hernández Vicente, que en su obra Patrimonio en el recuerdo. La imagen de la nobleza en el paisaje urbano de la ciudad de Murcia nos descubre cómo la ciudad vivió una época realmente gloriosa. Un pasado del que, lamentablemente no quedan muchos ejemplos en forma de palacios o residencias nobiliarias.
Tesoros arquitectónicos perdidos
El investigador ha conseguido documentar nada menos que 110 palacios y casas señoriales. Lamentablemente, el 90 % de ese magnífico patrimonio arquitectónico sucumbió a la piqueta hace décadas y hoy ni siquiera forma parte del recuerdo de los más ancianos. El a veces mal llamado progreso acabó con una parte fundamental de la historia de Murcia y tan solo quedan en pie 15 de aquellas mansiones.
¿Qué fue lo que condenó al derribo a esos palacios y casonas? Cada uno de los edificios documentados en el libro tiene su particular historia, su origen y, la mayoría, su final particular. El declive de esa Murcia nobiliaria se iniciaría ya a principios del siglo XIX y ya no pararía hasta bien entrado el siglo XX.
Iniciado el siglo XIX había en Murcia alrededor de 40 vizcondes, condes y marqueses que acumulaban más de 3.000 hectáreas de cultivos. Era la agricultura el sostén principal de la nobleza. Pero ese sería el siglo de la decadencia. La falta de liquidez y la división de las herencias serían la tónica dominante. Y más adelante se sumaría la reordenación urbana. Causas de la desaparición en muchos de esas mansiones.
Una caída imparable
Fue en 1832 cuando cayó el palacio de los Descabezados, una casa solariega de robustos sillares, pórtico severo y columnas adornadas con las esculturas de dos caballeros decapitados, según describió el escritor Alberto Sevilla Pérez. Perteneciente a la familia de los Guzmanes sus muros encerraban protagonizaban una terrible leyenda de amores frustrados y venganzas crueles, de ahí esas esculturas y de ahí su nombre.
A esta casona le seguirían, poco a poco, otras muchas: la casa-torre de Junquerón, el palacio de los Vélez o la casa de la Cruz, por mencionar solo algunas. Los planes de expansión de la ciudad y la necesidad de abrir nuevas arterias a principios del siglo XX, como ocurrió en tantas otras ciudades, supusieron el fin de muchas de esas joyas nobiliarias en forma de palacios y mansiones.
La destrucción no quedaría ahí. De hecho, el último de los palacios que sucumbió, el del Marqués de Ordoño, desapareció para siempre hace menos de medio siglo, en 1976. Y muy poco antes lo habían hecho otros como el de Riquelme o el del Conde de Roche.
Solo en algunos casos se conservaron las portadas de esas mansiones nobiliarias. Es el caso de la del palacio de Riquelme, que hoy da la bienvenida al Museo Salzillo. O también la del palacete de recreo de don Macías Fontes Albornoz y Carrillo, que hoy se puede contemplar en el paseo del Malecón.
Vestigios de un pasado glorioso
Pocas mansiones nobiliarias se salvaron, pero las que quedan nos dan una idea de cómo sería aquella ciudad de principios del XIX, antes de la decadencia. Son tesoros como el palacio de Fontanar, el de Pacheco o el de Fontes. Merece la pena salirse de los itinerarios más turísticos de la ciudad para descubrir estas joyas arquitectónicas.
Copy: Hubo una época en la que la ciudad de #Murcia albergo más de un centenar de palacios y residencias nobiliarias. El 90 % se perdieron para siempre.
Metadescripción: Del pasado nobiliario de Murcia queda poco. De los más de cien palacios y mansiones nobiliarias que había hace dos siglos apenas quedan 15 en pie.
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